Todos los cambios o transformaciones que ocurren a nuestro alrededor, ya sea por causas naturales o provocadas por los seres humanos, está asociado a un término que se enseña desde temprano en la escuela. Ese término es usado con bastante frecuencia en la vida cotidiana y su nombre es energía. La energía atraviesa todos los sectores del desarrollo económico y social de todos los países. No hay actividad que no requiera de la utilización de energía, en la que no se produzca la transformación de la energía. Desde la Revolución Industrial la explotación de los recursos energéticos ha experimentado un crecimiento acelerado. El vertiginoso desarrollo económico, social y cientifico-técnico que se ha producido en el mundo en los últimos 250 años, ha tenido como base un uso desenfrenado de los combustibles fósiles. En el 2019, el 86.9% de la energía comercial empleada en el mundo provino de combustibles fósiles. Pero al margen de las ventajas que hemos obtenido de estos portadores de energía concentrada, su explotación ha provocado un impacto ambiental que alcanza a todo el planeta. Al ser quemados los combustibles fósiles desprenden carbono y otros contaminantes. Al ingresar en la atmósfera el carbono se mezcla con el oxígeno y se forma el dióxido de carbono (CO2).

El CO2 es el principal entre los gases que provocan el efecto invernadero. Estos gases provocan que la temperatura media global aumente causando lo que se conoce como calentamiento global. El efecto invernadero es esencial para sostener la vida en el planeta. Sin embargo, el calentamiento global hace que aumente la cantidad de energía térmica que se acumula en la atmósfera. La estabilidad del clima se vincula con los flujos de energía y si estos aumentan las variables climáticas se ajustan a las nuevas condiciones, o sea hay un cambio climático.

El acelerado aunque marcadamente desigual avance que ha experimentado la especie humana, ha llevado al desarrollo de tecnologías y productos para aumentar la producción de alimentos y mejorar los cuidados de la salud, ganando el combate a muchas enfermedades. Los avances logrados han llevado a un mejoramiento de los índices de salud de una parte de la humanidad, entre ellos el aumento de la esperanza de vida y a una mayor disponibilidad de alimentos. Sin embargo, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en Inglés), en 2019 la alarmante cifra de 678.1 millones de personas estaban subalimentadas y se pronostica que la cifra va a seguir creciendo. Al mismo tiempo, en los últimos 250 años la población mundial ha crecido exponencialmente lo que implica fuertes presiones sobre el medio ambiente y los recursos naturales.

Los medios que se emplean para garantizar la movilidad son cada vez más eficientes. Lo mismo sucede con las tecnologías que sirven para generar electricidad y para su uso final. El desarrollo, tal y como está concebido, conlleva más movilidad y dependencia de cada vez más aparatos que requieren de energía eléctrica para funcionar. Evitar caer en el abismo del cambio climático, implica crear un concepto de desarrollo que esté basado en el uso generalizado de fuentes renovables de energía, al tiempo que se estabiliza la población y se garantiza el acceso equitativo a la alimentación, la salud y la educación.